Diario de un ciclista en cuarentena

Día 20. Hoy, he puesto segunda y me he dejado llevar

Te levantas, te pesas, te tomas las pulsaciones en reposo, desayunas, anotas como te sientes, cuánto y cómo has dormido y te subes al rodillo. Hoy me han dado libre en cuanto al entrenamiento y como hacía tiempo que no tenía nada que hacer sobre la bici, ha sido voluntad mía pasar dos horas por la mañana, y otra por la tarde, sin preocuparme de la potencia, ni del pulso, ni de la cadencia, ni de nada. Tan sólo he puesto segunda y me he dejado llevar.

Resultan extremadamente gratificantes estos tipos de entrenamientos, no te cansan psicológica ni físicamente; son lo más parecido a una ruta de fondo y a un paseo por la playa a la vez. Me gusta pensar que, por estas fechas, empezando la Semana Santa, mi preparador me dijo que haríamos una serie de entrenamientos parecidos al de hoy, pero con más horas (muchas más horas) para ver cómo respondo y darme un punto de forma ya bueno cara a las últimas carreras antes del verano. Pero ahora todo eso es humo, porque si no me engañan los sentidos, me encuentro en casa haciendo rutas de fondo de tres horas si me apuras.

Aunque no todo son malas noticias y nostalgia, también esta crisis nos ha dado un poco de esperanza. Pues a pesar de la cuarentena, parece que nos hemos hecho más cercanos como seres humanos. Antes de esta crisis resultaba muy difícil ver a gente haciendo favores (recordemos, que cuando empezó a propagarse el virus resultaban noticia las buenas acciones de los ciudadanos). Al fin y al cabo, y como se nos recuerda en «La autopista del Sur es gratificante pensar en el de al lado: “Cuando la niña volvió a quejarse de sed, al ingeniero se le ocurrió ir a hablar con los campesinos del Ariane, seguro que en ese auto había cantidad de provisiones. Para su sorpresa los campesinos de mostraron muy amables; comprendían que en una situación semejante era necesario ayudarse”.